martes, 13 de agosto de 2024

 


Una vez vi una liebre que corría por un campo en el sur de la provincia de Buenos Aires. Contrastaba con una edificación color rosa viejo. Más bien, se recortaba por encima. En la casa de Jorge vive una familia de liebres y las hemos visto de noche. Son bastante gordas y macizas pero corren, como se sabe, rápido, muy rápido. En California no había liebres pero sí ardillas y la gente les pega tiros desde las ventanas porque arruinan el pasto verde fluor, el pasto artificial que crean a base de químicos y riego continuo. En el desierto no crece el pasto. Una vez abrí un contenedor de basura y había unas quince ardillas asesinadas. Las caras de las ardillas se parecen a las caras de las liebres. También vi conejos. Alguien soltó conejos y ahora se reprodujeron por todos lados y los autos los atropellan. Dejan huellones grandes de sangre como pinturas expresionistas sobre es asfalto gris perla. La diversión es atropellar conejos y pegarle tiros a las ardillas desde las ventanas como tiro al blanco. En el sur de la provincia de Buenos Aires las liebres también se cazan. Al atardecer los peones van con los galgos y se pierden en el monte. En las cacerías, los galgos, en ocasiones, se quiebran, ante la maestría de una liebre corredora que les gana en las curvas. Entonces, pierden las carreras y "se rompen" como se dice en el campo. No sé nada de liebres, ni de traspasar animales con una lanza o una bala, ni despellejar pieles, ni atropellar mamíferos blancos sobre autopistas, pero sí adopté un galgo.  

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