lunes, 6 de diciembre de 2021

 EN UNA DISCO 


Rosario, le dije,

algún día voy a escribir un poema que se llame:

"Rosario Bléfari".


"No podía ser otro

el nombre -dijo tranquilamente-,

porque yo sé que en algún lugar-del mundo

Bléfari quiere decir Rosario."

Bailábamos y hablábamos gritando,

en esa oscuridad nevada, de la disco.

Y al oído, siempre gritando, ella empezó: "Más

que el kabuki, más que el zen


mordedura, torcedura..."


Y siguió: "Hoy en tu charla

el momento fue cuando dijiste

que la poesía es la salvación

...y hablaste de los libros como si hablaras

de juguetes, te la pasaste hablando

de juguetes... "(Y giraba

como un precioso trompo

que volvía hacia mí).


Yo le dije (gritando también): "En un libro de viajes

de Michaux, hay un epígrafe de Lao Tsé

que dice: 'Gobernad el Imperio

como si friérais un pajarito.'"


Ella se rió y dijo: "lo inventaste vos, boludo,

ya sé,

lo inventaste vos". Y siguió bailando

y repitiendo: "gobernad, gobernad,

el imperio, el imperio de los vestidos,

el de los frufrúes, el de los pliegues y tactos

(se iba y venía

como una vocesita en fading...)


"como si friérais un pajarito...¡qué horror! "


gobernat, intuít -levantó una ceja y siguió cantando.

Y así hago yo...gobernado en la noche,

en el punto más inmóvil de la

ensoñación...



"Yo creo que no me escuchaste; ¿no?;

te pareció estúpido lo poco que me oíste

decir" -dijo, con voz afligida-. Y agregó:

"sí; no me digas que no..."

(Hablábamos otra vez a los gritos pero

ya creíamos susurrar).



Casi no la veía, las manchas de la luz

la atigraban, la unían a los amigos que bailaban también

a nuestro alrededor como animales muy ágiles, muy leves.

No... pájaros... pero sí felinos saltando, y oseznos

jugando y focas en el agua,

muy veloces, muy brillantes y oscuros.

Hasta que nos inundó la luz negra.



Con los ojos de fósforo, los dientes que restallaban,

forzaban el color más diáfano,

nos volvimos más visibles;

y restallaban también, en lo negro,

las formas de la danza

que hasta ese momento era para mí

sólo yo, la luz de mis ojos.



"Más que el amor y la muerte -siguió-,

lo que importa es que ahora únicamente por el ruido

nos escuchamos, me estás escuchando: ¡qué bueno que me

escuchás!

Y no importa, y nunca, nunca más

como ahora, me estarás escuchando ni me vas a escuchar,

¿no?"



(Se reía; se reía como a nadie nunca vi reír;

su risa era de otro mundo,

del oído de otro mundo.)




"Este momento nos unirá,

como a vos y a Chiquita y a Martín y a mí,

un momento de escucharnos nos unió;

un momento en que...(y gritó más):

" ¿me entendés?"


"Sos poeta porque me di cuenta

que podías explicarle a la gente hoy allá

lo que era la poesía; aunque después escribieras

no sé...el poema, la poesía era esa salvación: en un

momento le explicabas amablemente a la gente

que la poesía (aunque no fuera lo cierto)

era lo que tenía explicación."


Bailó un poquito y repitió: "más que el kabuki,

más que el zen..." Los gritos, y a los gritos

moviéndonos

nos escuchábamos,


Yo sonreí, creo. Ella se acercó: "La poesía para mí

es cuando actúo,

no es la laaaaaa...no;

es mi

salvación.

Como nosotros:

unidos por este ruidoso momentito

que nos escuchamos."




Ya no había luz negra

pero ahora un arco iris de láser

cortaba en dos nuestros cuerpos:

alrededor de la cintura teníamos

una especie de agua resplandeciente.

Movíamos los brazos en un espacio

tenuemente pintado,

con las piernas bailando al fondo de los siete colores.


Y a cada instante se desplazaba el eje del arco iris plano

de modo que nuestros cuerpos parecían sumergidos en un

mar calmo, sin oleaje, con la masa del agua

que iba balanceando bruscamente el horizonte

como vino en una copa que alzamos.



Dije: "...se despierta de nada, nuestra libertad

cuando tomamos el mundo como el durmiente a sus sentidos;

así nuestros sueños tienen por fin un nombre..."

Y ella vino a decirme bailando y braceando por el mar irisado:

"...no sé qué mascullas pero...te iba a decir que Bléfari

es Rosario allende el arco iris, ¿sí?

Una exigencia mía..., una extorsión..."




Aullidos, temblores, el roce de las manos húmedas y

el aliento ácido,

los ojos relámpago, los ojos tempestad. Y otra vez

la luz negro-violácea en los confines amarillos:

"admiro que hubieras encontrado

una explicación,

y asombraras a la gente

con lo que no tiene explicación."


"despierta sabe que en sueños temía..."


Oh, única muchachita

en esa multitud que no me habla, ella me habla;

atruena como feroces palomas que alzan vuelo

en la plaza, de un sitio a otro, de un chico a otro

que les arroja comida.


Le invito un sorbo de mi bebida. Bebe apenas y

se lamenta: "¿ Qué haré cuando te haya dicho

todo esto que quería decirte y lo haya dicho, sí,

completamente?

"No te rías, yo quería decírtelo,

estoy un poco borracha,

quería que me escucharas a oscuras..."

"¿Qué voy a hacer cuando amanezca,

cuando todos se vayan?"




Todo lo dice ella como por prescripción,

por mandato; y en ese misterio de las

repeticiones

cuando la duplicación del secreto enardece

la pasión del habla;




cuando la ajena desesperación de mirar es un colmo

en el carcaj de Djuna Barnes: "el mal y el bien

se conocen mutuamente

cuando se muestran cara a cara

su secreto."


Y ahí bebía, bailaba, me estremecía

con su risa;

y en la oscuridad la música cerraba sus laberintos

de vanas respiraciones,

colores útiles sólo para la desarmonía.


Las muchachas vigías rondaban y

los muchachos zorritos daban en lo alto de lo oscuro

cortos gritos, llamados de vagabundeo.

Y otros zumbaban

soñaban la danza.




Volvió y me preguntó:

"¿ya te cansaste de escucharme...

"pero no chabón, me faltan unos momentos

porque con tu perversión siempre nos estás diciendo que tiene

explicación

la salvación,




"y te mostrás así con los chicos

como el último joven;

como si estuvieras encabalgando

no los versos sino las generaciones..."



Se alejó y fue ametrallando: "...no hay inspiración

hay destino; no hay destino, no hay realidad, hay

deseo; no hay deseo ni pasiones, hay ¡secretos!

Y nuestro secreto es encontrarle una explicación a la

salvación." (Se reía con una risa que jamás oí,

como risa de las sirenas en el mar de Böcklin.

Como risas de las mujeres esquimales que imitan

las risas de las focas.)



Las luces, el arco iris, la atención,

la sorda electricidad.

La noche que terminaba en la noche de la disco.

La apariencia como una luna

que a otra velocidad

paseara. Con los ojos en la oscuridad rosada

de los bailarines más briosos

contra los más

sonámbulos.


Me encuentra Gaspar Noé y me dice

en esa pequeña luz de la salida,

también negra:

"parecés un negrito"


Arturo Carrera