miércoles, 6 de enero de 2016

2 de enero

Frente al Nahuel Huapi en Villa La Angostura, ceniza de volcán y un bebé de la otra habitación llora sin parar. Hoy fue un día largo en la cascada Incayal porque nos perdimos. Si hubiera sido más inteligente habría recolectado helechos diminutos que crecen en forma de pasto, en cambio, me quejé porque r se equivocó de camino y los mapuches ponen señales falsas en los árboles para que te confundas o para marcar sus propios senderos. Subí y bajé miles de veces entre los tábanos -a los que confundí con abejas o chaquetas amarillas-. Sentí mucho terror por la altura y las abejas y en algunos momentos no di más y pensé que iba a caer 50 metros en un vacío total, flotando y muriendo a la vez. Eso no pasó. La mujer del hotel dice que los mapuches no son mapuches sino paraguayos. Y le digo ¿Y cómo vinieron? y dijo que "los traían y que eran ocupas". Lo arbitrario de este razonamiento me hizo salir del relato. La cuestión es que nos perdimos de verdad y no era gracioso. Pensé en VIVEN, en que estábamos en la cordillera sin comida y en que la cordillera es infinita. Todos los árboles, las subidas y la bajadas parecían las mimas hasta que llegamos a un cartel que decía "territorio mapuce". Ahí salieron unos perros feroces gigantes como osos y muy guardianes que me vieron como su enemiga. Quise amenazarlos con mi palo de arrayan pero ésto los violentó más y en un momento me las vi feas, dejando parte de la cara, la pierna o el culo. O aún peor, van a venir directo al cuello, pensé. No puedo hacer nada, ya está. Por suerte todo el ruido atrajo a más turistas perdidos: un chino y dos rosarinos.

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