miércoles, 11 de julio de 2012


¿Qué extraño, no? Hace más de un año que escribo en la misma hoja de Word; ahora que lo pienso se llama lengua y literatura, como los cuadernos de lengua y literatura de Mario Ortiz. 
Escribo religiosamente. Todos los días, cada dos días, o varias veces al día. Leo lo que me pasó hace un año, y me es un poco indiferente ese sufrimiento tan pero tan grande que tenía. Ya no me lo creo. Digo: sé que sufrí, pero me olvidé. Es mejor olvidar, porque siempre es mejor empezar devuelta. Yo le dije hoy a mi mamá: “no sé cómo se debe vivir ni distingo el bien del mal. Para mí el bien y el mal es una pelota que no puedo separar, y por eso se me complica tanto todo los días. Por eso nunca puedo tomar decisiones. No te voy a echar la culpa porque éste es mi camino y no es el tuyo, pero por vos estoy acá”. Entonces la escritura es religión, y la religión hace que la gente tenga ganas de vivir o de morir más contenta. Hoy Rodrigo dijo en el auto: “escribir y leer es lo más primitivo que hay y a la vez es irremplazable. No se ha inventado ninguna máquina que pueda hacer esas cosas”. 

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