martes, 21 de mayo de 2013


2:20 AM sin poder dormir pensando en dos cosas: las caras felices que deja el director del colegio en el pizarrón junto con algún comunicado para docentes, y las canchas de pádel.  Una vez iba en colectivo y me encontré a Gisele. Las dos nos reconocimos pero nos hicimos las que no nos veíamos. Creo que miré por la ventana y después me bajé como si nada. Una vez con Gisele fuimos al colegio juntas y éramos amigas, compañera de banco. Yo iba a la casa y ella a la mía. Ella vivía en el campo y tenía una cancha de pádel en la que jugábamos. Vivían en una casa antigua y se calefaccionaban con una estufa hogar grande y de piedra. No tenían Internet, así que ella y sus hermanos se divertían con los tétris y eran expertos. Ayudaban a los padres con las cosechas. Había mucho monte y árboles de mandarina. Mucho silencio ¿Cómo pasaban así los días? ¿En qué pensaban? Un día me di cuenta que ella y sus hermanos eran como clones: pensaban lo mismo y actuaban igual frente a las cosas como falsos mellizos. Me daba un poco de miedo ir a la casa en invierno. Una vez inspeccionamos un caserón abandonado que estaba en medio del campo. Crecían plantas en las ventanas y salían comadrejas de los muebles.

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