Quiero decir que por primera vez estiré la billetera y fui a
una fiambrería cara.
Me compré 200 gramos de salamín con especias que me
salieron una fortuna y pagué con débito.
Es el mejor que comí en mi
vida, su calidad es insuperable.
Está cortado, en un taper en la heladera.
Todos los días paso, robo una feta y sigo mi camino.
La impresión que me queda al final del día es que ese salamín es infinito.
La impresión que me queda al final del día es que ese salamín es infinito.
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