viernes, 30 de enero de 2015

HABÍA UNA VEZ

Había una vez una chica que pasaba mucho tiempo sola y se hacía muchas fantasías. Quería vivir en un mundo justo y a cada rato se quejaba y decía: ¡es injusto!
Esta chica buscaba un novio divertido que no fuera un desastre pero también inteligente para que le enseñara cosas nuevas.
Bueno, un novio así no existía y entonces seguía llorando, porque en el fondo ella no era una persona justa, era una caprichosa. A todos les caía muy mal. Cada vez que la veían decían: "Ahí va la caprichosa".
Otra cosa que también quería es que la sociedad se preocupara por el arte, pero vivir en un mundo de arte tampoco era posible. Entonces tuvo una idea maravillosa, en realidad nada maravillosa. Lloró lloró lloró y se formó una laguna, un mar, un océano, y después nadie sabe qué pasó, pero todos se empezaron a preocupar por el arte. Ahora bien, no era una preocupación snob o mercantilista sino que era en serio.
Se hicieron cosas maravillosas.
Cada objeto tenía una finalidad estética y todos trabajaban mucho para que así sea. Parece muy abstracto pero creo que todos se lo pueden imaginar.
Y así vivieron una felicidad muy específica, deleitados por el mundo que ellos mismos habían creado.

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