viernes, 29 de marzo de 2013

Señora, un gato antidoméstico


Diciembre O1

Un día de diciembre del 2001 iba caminando por San Antonio de Padua al medio día. Las calles estaban desiertas y los negocios soldaban las cortinas. Me acuerdo que pregunté qué estaba pasando y me dijeron que los comerciantes tenían miedo de que los saqueos se trasladaran a esta zona. Ya habían saqueado supermercados en Merlo e Ituzaingo. Al otro día mi papá fue a plaza de mayo a pedir que el gobierno de De la Rua se vaya. Yo me acuerdo que lo vi por televisión. Los caballos atropellaban gente y ya se hablaba de muertos. Lo vi con mis amigas y les dije “mi papá está ahí”.
Ese iba a ser el último año en Buenos Aires.

De la ciudad al campo

En diciembre del 2002 terminé séptimo grado y empezamos a guardar nuestras cosas en cajas. La idea era ir a un lugar más tranquilo, con árboles y aire respirable. Dejar de tomar el tren Sarmiento que ya venía mal, muy mal. Viajar al centro era, ya en ese momento, una hazaña épica. Las autopistas también estaban colapsadas. Recuerdo que la casa estaba vacía y que me pasaba el día jugando de modo maniático con una raqueta de paddle y una pelota. Pasaba horas haciéndola rebotar contra la pared del comedor. Mirando ese punto fijo en el espacio con la mente en blanco. A veces contaba la cantidad de rebotes, a veces no. Mis compañeros de colegio me preguntaban” ¿A dónde te mudás?” A Batán respondía “¿Y dónde queda eso?”  No sé. Yo tampoco sabía.

El día del flete

Un día vino un camión. Me iba a llevar a mi gato, pero todo salió mal. El fletero estaba un poco borracho y cuando transportaba el sillón cama, se le abrió y se le cortaron dos dedos. Tuvimos que buscar los dedos en el jardín de entrada, y ponerlos en un tapper con hielo. Cuando volvió del hospital ya era tarde. Al gato se le había pasado el efecto de la droga y no podía viajar. Tuvimos que dejar al gato en la casa. Nunca más lo volví a ver.

Mañanas campestres

Lo primero que me sorprendió del nuevo barrio es  que ahí no funcionaba el concepto de “propiedad privada”. Las casas tenían parques grandes y la gente pasaba por el patio del vecino sin pedir permiso. Los animales también andaban sueltos por todos lados. Eran de todos. Los chicos del barrio se movían como manada, siempre estaban trepados a los árboles y cazaban pájaros. Un día que fui al almacén me preguntaron cómo me llamaba y de dónde era. Ya me habían visto. En los pueblos se reconoce enseguida al que viene de afuera. Les dije: soy de Buenos Aires y vine a vivir al barrio. No les cayó bien que viniera de Buenos Aires. “Sos concheta” dijeron. Sin embargo, a los pocos días era una más. Me subí a un árbol por primera vez en mi vida y me regalaron una gatita nueva. Le puse “Señora” porque era media mala. Tenía doce años.

La larga vida de Señora como gato salvaje

Señora murió hoy a los once años. Tengo veintidós casi veintitrés y ya no vivo con mi familia. Volví a la ciudad. Mi mamá me llamó y me dijo “te lo tengo que decir”. Enseguida lo entendí y le pregunté “¿cómo fue?”. Me dijo que la encontraron en un montículo de hojas secas en el patio. Señora estaba enferma, se le hacían lastimaduras y no se le curaban con ningún medicamento. Hace tiempo que tenía un cuello isabelino. Sin embargo, seguía trepándose a los árboles como siempre. También se metía en la casa de los vecinos.

Señora, un gato antidoméstico

Señora siempre fue hostil, pero fue mi compañera. Me recibía con maullidos cuando volvía de la escuela y cuando lloraba por algún novio. Con mirada impasible me reprochaba mi propia estupidez. Una vez en invierno la mordió un ovejero alemán y la encontré dos días después en medio de unas hortensias. Sobrevivió a todo y a todos. A lo largo de su vida se iban muriendo otros animales pero ella no. Gruñía, bufaba, odiaba a todos los gatos de la cuadra. A veces no se dejaba agarrar y volvía tres días después. Cuando empecé la facultad me acompañó cientos de madrugadas. Cuando volvía de algún viaje largo siempre estaba ahí, en su lugar favorito en el mundo, sobre el pilar de la luz, la tarde cayendo, la reina de la cuadra.

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