jueves, 30 de abril de 2015

A veces estoy tan contenta cuando voy a trabajar. Voy escuchando música y me imagino un montón de películas y cosas de fantasía. No importa si llueve o si hay personas que se comportan de un modo espantoso. Pero hoy, este mediodía, cuando tuve que ir a la municipalidad a gestionar por mi propia cuenta que me pagaran el sueldo, caminé por un montón de pasillos, subí y bajé ascensores, y me perdí. Firmé un libro gigantesco. No entendí ninguna instrucción y me trataban como una idiota.  Un hombre con remera de boca estaba tirado en el medio de unos de esos pasillos infinitos con escaleras y me dijo algo intraducible. Una señora que limpiaba me ayudó y encontré la puerta de haberes después de mucho tiempo. Fue la única persona amable en todo el edificio. En el medio, pasé por cuartos extraños en donde los empleados comían comida de mcdonals y se gritaban. Los empleados de las oficinas intentan decorar sus ámbitos de trabajo con florcitas, fotos y cartulinas que tienen frases o refranes como “no por mucho madrugar se amanece más temprano”. Después hay personas que no sé qué hacen en la municipalidad, tienen chombas rosas, fuman, y caminan nerviosos como haciendo manejes. En estos días estuve pensando mucho porque leí un artículo de Aira en el que bardea la intimidad, y no estuve para nada de acuerdo. Y es verdad una cosa que dice Uhart en una entrevista, es realmente un bajón cuando a alguien se le nota mucho que quiere ser escritor. Quizás se vuelva un poco pesado o deja de ser misterioso. También es verdad que a las mujeres que escriben no les pasa tanto o por lo menos no se les nota.

2 comentarios:

  1. Qué buena sos. Un torrente irrefrenable de escritura. Te sigo desde ahora. Con tu permiso...

    Ah. A vos no se te nota nada.

    ResponderEliminar
  2. me encantó, lo voy a poner en mi tumblr

    ResponderEliminar