un audio que todavía
no escuché
y que no sorprende
ni un poco
seguro diga “buen
día” y “cada vez falta menos para vernos”,
pero una chica que
no conozco me dijo:
“se escuchan
gritos de chicas por las noches”
¿Vos los escuchás?
¿Todavía los oís?
¿Escuchás cómo
retumban en las plazas y paradas de colectivo,
en las bicis, en los
fondos oscuros de los puertos, los bares,
y en los descampados
de luciérnagas y cascarudos?
se escuchan gritos
de chicas por las noches
y no únicamente en
esta ciudad,
cuando los escuchan
nadie sale de su casas
se quedan como
encerrados
a pesar de que es
verano
a pesar de que sean
las 11 de la noche
y haya familias que
salen de la mano a tomar helado.
También vio una
mano que no gritaba,
atravesó la ventana
abierta como un rayo
firme y decidido
como un baile
silencioso de conejos hechos con lana.
Se escuchan gritos
de chicas.
Sí, se escuchan
efectivamente gritos de chicas,
de caracoles cuando
se los están por comer,
ranas que gritan
como gatos en las acequias
y tortugas nadadoras
que también gritan,
en las zanjas de
los barrios,
barrios que los
gobiernos jamás van a sanear,
ni arreglar, ni a
iluminar
brillan con la luz
de la luna rojiza del atardecer,
porque el grito de
una chica no está hecho de palabras,
es de fuego y sale
de la mente,
una fogata hecha con
cajones de verdulería
y que nunca se
extingue.
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