Salí del colegio y me tomé un remis rural para ir a visitar
a mi mamá y a mi abuela como cada viernes. Casi siempre voy caminando, no es
tan lejos.
Hay que atravesar callecitas de tierra, descampados, autos
abandonados, caballos sueltos que son pacíficos, casas en construcción, y pasar
por la ruta. Cuando llegué no me abrió nadie. Insistí y grité pero nada. Entonces
salté una pared, escalé un sauce llorón y trepé a una de las ventanas (cuando
era adolescente y me escapaba siempre hacía eso). Bajé las escaleras en
silencio. La mesa estaba puesta, el plato con el que me espera mi mamá y la botella
de coca.
Agarré un cuchillo.
Salí a la vereda y por la loma, vi
que venía caminando alguien a lo lejos, no pude distinguir si era mi mamá o un
niño con delantal que vuelve solo de la escuela.
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