Hombres musculosos sin remera
jugando con una pelota de tennis gigante
Hoy vino a comer Mercedes. Preparé
milanesas caseras y ensalada naturista. Trajo porro, fumamos y se fue a dormir
siesta a la casa. Después de fumar se me ocurrió hacer lemon pie. Como es
domingo dudé, pero me di cuenta que el chino debe estar abierto porque mañana
es año nuevo y no pueden perder ventas. Cuando estaba en la fila para pagar, el
hombre que estaba detrás de mí me dice al oido: “¿vas a hacer torta hoy?”. Evidentemente
había estado observando mi carrito: los huevos, la harina leudante, los
limones, la manteca. Era demasiado obvio. Sí, le dije, lemon pie. Ayer me pasó
algo parecido. Estaba ayudando a un amigo a pegar carteles porque se le perdió
su perro, y justo cuando estaba pegando uno en un poste, un hombre pelado de
unos cuarenta años me dice cerca del oido: “¿se te perdió el perro en navidad?” casi susurrando. No, le contesté, se perdió ayer. Él respondió: “habría que
matar a la gente que tira cohetes”. No le contesté nada y cuando me estaba
yendo a otro poste, me gritó: “¡suerte ojalá encuentres el perrito!”. Fue tanto
lo que caminé pegando carteles, que comencé a sacar una botella de agua de la
cartera: una y otra vez. Una de las veces, sentí que algo se caía al suelo,
pero tenía demasiado cansancio para mirar. A las dos horas me di cuenta: había
perdido el celular. Volví al lugar donde pensé que se había caído algo pero no
había nada. Cuando ya había perdido las expectativas, me fui a la plaza san
martín: dos hombres musculosos sin remera, con shorts ajustados y anteojos de
sol jugaban con una pelota de tennis gigante. Uno tira la pelota, mira hacia los
costados para buscar la aprobación de las mujeres que los acompañan. En un
momento de distracción, se cae al suelo. Se cae torpemente y en cámara lenta.